Principios Bautistas
Las personas sobresalientes tienen un denominador común: un sentido absoluto de la misión.
Las personas sobresalientes tienen un denominador común: un sentido absoluto de la misión.
Este es el principio supremo en toda la experiencia cristiana. Envuelve a los creyentes totalmente y tiene dominio sobre otro cualquier aspecto de la fe y de la práctica. Jesucristo es el único que ha recibido la autoridad de Dios Padre y ha sido investido de soberanía, tanto en los cielos como en la tierra. Por ello tiene la preeminencia absoluta sobre todo lo creado. No hay otro nombre dado a los hombres. Jesucristo es el Señor.
Admitiendo a Jesucristo como el Señor y Maestro, es necesario tener la mejor información en cuanto a Su voluntad expresiva para llegar a ser buenos súbditos de Su reino. Cada creyente crece en gracia a medida que crece en conocimiento de Jesucristo. En la Palabra de Dios encuentra la fuente inagotable de inspiración cristiana. Es con ella donde examina su conciencia y donde forja su carácter y su personalidad.
La Palabra de Dios saca al individuo de toda conexión humana y lo pone en relación directa con Dios por Jesucristo, para luego volverlo a sus respectivos contactos sobre la tierra santo y útil. El Estado, iglesias, instituciones o personas, por respetable que sean deben ponerse a un lado para que el alma acuda directamente al llamado de dios. El Cristianismo, en su más prístina concepción, es la realización de la vida espiritual por un individuo por medio de la fe personal en Jesucristo, su único y suficiente Salvador.
Este es el camino adecuado para que los creyentes crezcan y sean responsables. La Santa Biblia es para el pueblo y éste puede y debe entenderla. La promesa del santo Espíritu que guía a toda verdad y recuerda los dichos de Jesucristo, está en pie, no para unos cuantos, no para una clase de gente, sino para todas las criaturas de la Tierra. Dios no hace acepción de personas.
Desde el punto de vista espiritual, todos los miembros de una iglesia tienen iguales prerrogativas, derechos y obligaciones. El ejercicio del gobierno por la congregación exige, por su naturaleza, conocimiento y sabiduría. No es cristiano por la administración de una iglesia en la ignorancia sino en el saber. En la iglesia, los creyentes son los que gobiernan, por lo que es necesario que estos se instruyan y se ejerciten, poniendo sus dones a los pies de Jesucristo, único que puede ayudarles en las necesidades de gobierno y existencia.
La Iglesia de Jesucristo no necesita el sostenimiento del poder civil. Toda intervención en este sentido no es protección sino piedra de tropiezo para los fines cristianos. Tal cosa crea profesantes pero no creyentes. Solo las metas conseguidas por el evangelio y el amor de Jesucristo tienen la bendición de Dios. La iglesia debe ser sostenida y proyectada por los hombres y mujeres que han entronizado a Jesucristo en sus vidas, sin ningún otro compromiso.
Los bautistas españoles son conscientes del respeto y obediencia debidos a las autoridades de la nación. Este acatamiento es compatible con la fe y principios proclamados. Entienden que deben dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
Deseamos y promovemos para todos los hombres la completa libertad religiosa. Estimamos que la tolerancia religiosa es mera concesión de gobernante, pero que la libertad religiosa es el don de Dios al hombre. Es su derecho más elevado y debe ser respetado. Nuestra actitud, en relación con la libertad religiosa, como ciudadanos y cristianos, es una actitud consecuente, edificante y digna.
Las iglesias deben ser sostenidas por sus propios miembros. La entrega generosa y gozosa de los diezmos y ofrendas como parte del culto a Dios es reconocer la soberanía del Creador sobre sus vidas. “De Dios e la Tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan”; por tanto, cada creyente debe ser un inteligente mayordomo de cuanto es y tiene. Los cristianos están llamados a rendir cuenta de su mayordomía a Dios, quien es dueño absoluto de todo.
Cada creyente y cada iglesia deber tomar la responsabilidad de proclamar la salvación por Jesucristo en el mundo como si fuera único creyente o la única iglesia para hacerlo. Reprobamos el proselitismo, esto es, el conseguir adeptos por coacción de conciencias. Nos sentimos deudores de evangelizar, esto es, llevar el conocimiento de Jesucristo a toda criatura. Esto lo realizamos siempre, en todo tiempo y en todo lugar por la palabra y por la conducta de la vida cristiana. Comenzando en la familia, siguiendo en la vecindad, en la ciudad, en la patria y hasta el resto del mundo.
Las iglesias bautistas son locales y autónomas, sosteniéndose de sí mismas y expresándose de sí mismas. Ninguna está por encima ni por debajo de otra. Sin embargo, para conseguir las metas institucionales y promover la obra misionera, desarrollamos la interdependencia de las iglesias. Unidos fraternalmente y ofreciendo cada iglesia su cooperación voluntaria, se logran los fines propuestos a través de los organismos creados por la asociación de las iglesias en los planos regionales, nacionales y mundiales.
Celebramos el culto a Dios en armonía con la sencillez que se desprende del Nuevo Testamento procurando, dentro de tal sencillez, conseguir vitalidad, reverencia, dignidad y unidad en pro del máximo aprovechamiento espiritual y de una experiencia real en el culto cristiano.
Nos sentimos felices en vivir en buena vecindad con los hermanos de otras confesiones cristianas. Procuramos cultivar con ellos un glorioso y cristiano compañerismo. La unión espiritual y comunicación fraternal de todos los verdaderos creyentes en Cristo es ya una bendita realidad. Tal unión y tal comunicación es más íntima y persistente que la que resulta de todas las fórmulas y combinaciones eclesiásticas. Nos sentimos hermanos de todo aquel que acepta en su vida a Jesucristo como Señor y Salvador.